El apriorismo es la tendencia a
razonar por hipótesis sin considerar los hechos reales, ni tener conocimiento
adecuado del asunto, bajo influencias tendenciosas y basado en preconceptos.
El
apriorismo Kantiano:
Según
Kant:
Todo
conocimiento comienza con la experiencia.
No
todo el conocimiento procede de la experiencia.
El
conocimiento es una composición de lo que recibimos de la experiencia y lo que
producimos espontáneamente al recibir las impresiones sensoriales.
En
la historia de la Filosofía existe también un segundo esfuerzo de
intermediación entre el racionalismo y el empirismo: el apriorismo. El cual
también considera que la razón y la experiencia son a causa del conocimiento.
Pero se diferencia del intelectualismo porque establece una relación entre la
razón y la experiencia, en unadireccióndiametralmente opuesta a la de
éste. En la tendencia de apriorismo, se sostiene que nuestro conocimiento posee
algunos elementos a priori que son independientes de la experiencia. Esta
afirmación también pertenece al racionalismo. Si relacionáramos el intelectualismo
y el apriorismo con los dos extremos contrarios entre los cuales pretenden
mediar, inmediatamente descubriríamos que el intelectualismo tiene afinidad con
el empirismo, mientras que el apriorismo, se acerca al racionalismo. El
intelectualismo forma sus conceptos de la experiencia; el apriorismo rechaza
tal conclusión y establece que el factor cognoscitivo procede de la razón y no
de la experiencia”
Representantes:Kant.
EXPLICACIÓN
Nacemos con una base de
conocimiento, con ideas ANTES de la EXPERIENCIA.
Más
específicamente juzgar, aunque bueno la palabra hipótesis sobresalta porque
sabemos que la investigación comienza muchas veces formulando una hipótesis y
luego aplicar conocimientos y experiencias para corroborarla y demostrarla, el
problema es que el apriorismo se queda en la hipótesis.
Si
juzgamos a priori esta imagen podemos decir que es simplemente la sombra de
unos hombres tras un telón; pero si llevamos esa hipótesis al razonamiento
concluimos que es una pintura, por varias razones, entre ellas analizando la
sombra de la mujer y el hecho de que está en una calle frente a un muro de
concreto y que la pintura es demasiado oscura y perfectamente perfilada para
ser una sombra.
APRIORISMO
La noción de a priori se halla
ligada a la de a posteriori. Un simple acercamiento al
significado del vocablo indica una relación de anterioridad, frente a la
secundariedad del segundo término. Desde el punto de vista filosófico,
estos términos tienen unos significados paralelos a los del lenguaje
vulgar. Pero, siguiendo la tradición filosófica, se puede desarrollar su
estudio bajo un doble punto de vista: lógico y, principalmente,
gnoseológico.
La noción de a priori se halla
ligada a la de a posteriori. Un simple acercamiento al
significado del vocablo indica una relación de anterioridad, frente a la
secundariedad del segundo término. Desde el punto de vista filosófico,
estos términos tienen unos significados paralelos a los del lenguaje
vulgar. Pero, siguiendo la tradición filosófica, se puede desarrollar su
estudio bajo un doble punto de vista: lógico y, principalmente,
gnoseológico.
Aspecto lógico
Lógicamente hablando, el término a priori se
encuentra entrelazado con la teoría de la demostración. Cuando Aristóteles
habla (Anal. post., I, 2, 71 b) de que la demostración es un
silogismo que produce ciencia, ya está planteando la temática del
conocimiento por causas, único conocimiento con valor científico. Es decir,
ya está hablando de la radical prioridad o anterioridad real de la causa
sobre el efecto. Ahora bien, Aristóteles especifica el hecho de que la
causa debe ser anterior y mejor conocida, de lo cual, se va a dilucidar la
conclusión. Con la simple lectura de estos textos parece deducirse la total
y absoluta prioridad de la demostración (como silogismo que produce
ciencia). Pero también es cierto que Aristóteles distingue inmediatamente
la existencia de otra clase de demostración que no produce ciencia, ya que
tan sólo muestra que una cosa es, sin dar razón de ello, y, por tanto,
llevaría consigo una situación de posterioridad. Ésta parece ser la
comprensión del problema por parte de Alberto de Sajonia (1315-90), a
partir del cual se inicia la denominación latina de los términos propter
quid, a la demostración por la causa, y quia, a la
demostración que sólo enuncia el hecho sin dar razón de ello. De ahí que se
plantee la radical aprioridad de la demostración propter quid,
frente a la total aposterioridad de la demostración quia. Ahora
bien, aunque toda demostración propter quid siempre
sea a priori, en cuanto se trata de una demostración por la
causa, puesto que se basa en el quido esencia del sujeto; sin
embargo, no toda demostración a priori ha de ser de forma
necesaria propter quid. Aristóteles lo explicita de forma
clara: «Los términos anterior y mejor conocidos son ambiguos, pues hay una
diferencia entre lo que es anterior en el orden del ser y lo que lo es
respecto de un hombre» (l. c.). Es decir, habría que distinguir entre
causas propias y causas impropias, y, ahí, se podría formular el siguiente
esquema: 1) demostración propter quid, o por la causa propia,
que siempre será apriori; 2) demostración quia, que
puede ser a priori por la causa impropia y a posteriori
apelando a las causas explicativas.
Aspecto gnoseológico
Desde el punto de vista gnoseológico el a
priori viene ligado al concepto de razón pura, independientemente
de la experiencia, y al hecho de ser una forma necesaria que hace posible
el conocimiento.
Grecia
Recorrido histórico en torno al problema. Para
Platón, el conocimiento va a ser un conocimiento puro, desligado de toda
experiencia sensible. Será una auténtica contemplación de las ideas,
motivos y móviles de nuestro quehacer intelectual, en cuanto que el único
conocimiento posible es el de las ideas. Éstas no son meros seres
pertenecientes a un mundo sin relación, sino que son la razón de ser del
mundo en cuanto arquetipos de la realidad. Por eso, es muy interesante la
relación hecha por Natorp (Platos Ideenlehre) de las ideas
platónicas con las formas a priori kantianas,
encontrándose, pues, también en aquéllas ese carácter de necesidad que,
aunque de un modo distinto, pondrá Kant a sus formas a priori.
Asimismo, el carácter de analiticidad y de necesidad de los primeros
principios se va a encontrar en Aristóteles, para quien el conocimiento
demostrativo debe descansar en verdades básicas necesarias, sin las cuales
no es posible la demostración (Anal. post., 1, -6, 74b). Estas
verdades básicas son los primeros principios que, por su carácter de
originalidad y originariedad, se convierten en analíticos. No son juicios
sintéticos, son meramente formales y, con ellos solos, no se puede hacer
nada; pero, sin ellos, tampoco se podría hacer nada. Son formas vacías que
han de ser rellenadas por la experiencia, y la realidad no podría
comprenderse sin su existencia. Son las fuentes del conocimiento de la
realidad.
San Agustín
Semejante a la concepción platónica es la
teoría agustiniana de las ideas. También para San Agustín las ideas son
ciertas formas principales o rationes de las cosas: «Sunt
namque ideae principales formas quaedam, vel rationes rerum stabiles atque
incommunicabiles» (De diversis quaestionibus octoginta tribus). Estas
ideas no se formaron ellas mismas, y por esta razón, se las considera
eternas y son siempre del mismo modo a las que se contienen en la mente
divina. Existe una aprioridad de las ideas en cuanto que son previas a todo
lo que nace y perece: «Et cum ipsae neque oriantur, neque
intereant; secumdumeas tamen formari dicitur omne quod oriri et interire
potest, et omne quod oritur et interit» (ib.). Estas ideas
ejemplares se encuentran localizadas en la mente divina que ilumina al alma
humana, siempre y cuando sea «sancta et pura», o sea, «quae illum
ipsum oculum quo videntur ista, sanum et sincerum et serenum» (ib.). Es
el alma humana quien conocerá, siempre que se encuentre ligada a esa
estructura eterna e inmutable de las ideas, esquemas arquetípicos situados
en la inteligencia divina. Iluminación, pues, y aprioridad de las ideas
como modelos de todo conocimiento. Ideas a priori en
cuanto provienen de Dios como causa directa.
Un cierto carácter apriorístico posee el
entendimiento agente, en cuanto que es precisamente él quien hace posible
el conocer. Ahora bien, este intellectus activo, por sí
solo no puede hacer nada, es una mera forma vacía de contenido. Si se
pueden conocer las formas corpóreas es porque el hombre posee una facultad
de universalizar o abstraer esas formas corpóreas. Pero sin la existencia
del concurso de una imagen sensible, el entendimiento agente no podría
desempeñar su función. Es una actividad de la razón pura que hace posible
todo conocimiento, es la iluminación de la realidad.
Siglos XVII y XVIII
Cabe citar además la aprioridad de las ideas
innatas cartesianas. Concepto de a priori que resuena ya
con ciertos tonos de concepción moderna: «El 'yo pienso, luego existo', es
la primera y más cierta proposición que se presenta a aquél que conduce con
orden sus pensamientos» (Principia Philosophiae, 1, 10).
En Hume aparece ya de forma clarividente el
concepto de a priori como el resultado de un conocimiento
que no proviene de la experiencia. Efectivamente, Hume distingue dos clases
de conocimiento: sintético, que proviene de la experiencia, el cual sería,
en realidad, el verdadero conocimiento, en cuanto que éste es una relación
de hechos y no de ideas; y analítico, que sí sería una relación de ideas.
Esto da por resultado que la conexión de causa-efecto no sea conocida a
priori, pues se trata de una relación causa-efecto en un plano fenoménico.
Así, los enunciados analíticos, meramente a priori, no pueden decir nada de
la experiencia, sólo sirven de base para el razonamiento puramente formal y
se pueden comparar a las reglas del lenguaje.
En Leibniz, las «verdades de razón» son analíticas y a priori,
mientras que las «verdades de hecho» son contingentes y sintéticas. Es
decir, en Leibniz se encuentra una característica a priori de
las verdades de razón, en cuanto que éstas, en su origen, son necesarias,
puesto que su «única fuente es el entendimiento» (Nuevos Ensayos, 1,
1). Por la experiencia, se conoce a posteriori, en cuanto que
se encuentra en el mundo, mientras que por la razón se conoce a priori
porque, por ella, se expone la causa de la cosa definida (o. c., 111,
18). Resumiendo, pues, en Leibniz resuena todavía a clásico el
planteamiento del a priori, en cuanto así se le llama por
la preeminencia sobre la experiencia.
Concepto kantiano del «a priori»
Es en Kant donde se encuentra fundamentalmente
centrada y de donde surge el actual problema del a priori. Kant
parte, en la introducción a la Crítica de la Razón Pura, con
una afirmación aclaradora de su sistema: «No se puede dudar de que todos
nuestros conocimientos comienzan con la experiencia... Pero si es verdad
que todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, no todos
proceden de ella» (o. c., 1, 147). Con esto, establece dos
clases de conocimientos: a priori, independientemente de
la experiencia, y a posteriori, si se trata de un
conocimiento empírico. Dentro del mismo conocimiento a priori aún
distingue Kant el dea priori puro, que es el que carece
absolutamente de empirismo. Así sucede en el principio «todo cambio tiene
una causa» que, siendo a priori, no es puro, pues el
concepto de cambio se forma por la experiencia. Las características del
conocimiento a priori son, para el filósofo de Königsberg,
las de necesidad y universalidad, en cuanto que serán la fuente para la
posibilidad misma de la experiencia. De ahí que afirme la existencia en el
conocimiento humano de ciertos conocimientos a priori (o. c., p.
148 ss.). Los juicios analíticos serán siempre a priori, porque
poseen en sí el carácter de necesidad. Estos juicios son aquéllos en los
que el enlace entre el sujeto y predicado se realiza por identidad; no
añaden conocimiento alguno. Mientras que en los juicios sintéticos, el
enlace no se realiza por identidad, y añaden al sujeto un predicado. Ahora
bien, los juicios sintéticos no son siempre a posteriori, sino que existen
juicios sintéticos a priori, siendo éste, en realidad, el
problema central de la Crítica de la Razón Pura.
En esta obra, su
autor no se preguntará por el origen del conocimiento, sino por la validez
del mismo. De ahí que lo que más le importa no es el fundamentar ese
origen, sino que busca sus características de necesidad y de universalidad.
Por eso, el gran problema de la Crítica será el saber si son
posibles la existencia de juicios sintéticos y, en cuanto tal, con carga de
experiencia y a priori, es decir, que lleven consigo la
universalidad y la necesidad. De la posibilidad de estos juicios
sintéticos a priori dependerá la existencia de la ciencia
en cuanto tal. Por eso, revisará la matemática y la física, a las que
considera ya entradas en el camino seguro de la ciencia en cuanto que son
«conocimientos teóricos de la razón que determinan a priori sus objetos» (o.
c., p. 128). No sucede lo mismo con la Metafísica que «no tiene la
dicha de haber podido entrar por el camino seguro de la ciencia» (o. c., p.
131), y esto ha sido así porque, según Kant, se estaban regulando nuestros
conocimientos por los objetos, lo cual haría imposible un
conocimiento a priori de esos objetos. De ahí que formule
su famoso giro copernicano: «Ensáyese aún a ver si no tendríamos mejor
éxito en los problemas de la metafísica aceptando que los objetos sean los
que deban reglarse por nuestros conocimientos, lo cual conforma ya mejor
con la deseada posibilidad de un conocimiento a priori» (o. c.,p.
132), con ello ya tenemos un cierto conocimiento de los mismos, antes de
que éstos nos sean dados a nuestra sensibilidad. Es, pues, precisamente
gracias a este giro copernicano, por lo que el carácter a priori se
halla desgajado de la experiencia. Es la unidad de la apercepción quien va
a hacer posible la realidad, ya que es el «yo puro» quien debe estar
presente en todas mis representaciones. Así, pues, hay un radical
hilemorfismo en la teoría del conocimiento kantiana. La materia vendría a
ponerla la experiencia, que llenaría las formas vacías, los factores a
priori. Y la forma estaría representada por el sujeto trascendental.
Por tanto, la Crítica de la Razón Pura no
tendría otra razón que «poner ante nuestros ojos una perfecta enunciación
de todos los conceptos fundamentales que constituyen el conocimiento puro»
(o. c., p. 165). Kant va a estudiar estos elementos puros de dos
maneras: a) como elementos necesarios para la posibilidad misma de la
experiencia -espacio y tiempo-; b) la actividad del entendimiento puro, a
través de las categorías, que serán, precisamente, los conceptos puros de
ese entendimiento. Así, en la Estética trascendental, estudia
todos los principios a priori de la sensibilidad. Es
decir, va a ver qué elementos entran en juego al recibir los datos. Estas
formas a priori no son más que el espacio y el tiempo.
Espacio y tiempo, que no serán conceptos, en cuanto que no tiene su origen
en la experiencia, sino intuiciones, en cuanto que son representaciones
inmediatas de un objeto que se me da en la sensibilidad. Con lo que poseen
ya la característica de pureza por ser algo que pertenece a la subjetividad;
son formas vacías que han de aplicarse a las sensaciones. Con ellas solas
no se tendría conocimiento, pero sin ellas tampoco se podría conseguir. De
ahí también su carácter de necesidad, según nos manifiesta en su exposición
metafísica, en cuanto que son el fundamento de los fenómenos externos. Así,
pues, espacio y tiempo son, para Kant, las condiciones de posibilidad de
los fenómenos empíricos.
En la Analítica trascendental su misión
consistirá en la «descomposición de todos nuestros conocimientos a priori
en los elementos del conocimiento intelectual» (o. c., p. 211).
Elementos que serán los conceptos y los principios del entendimiento puro.
Un somero recorrido por la analítica de los conceptos lleva, partiendo de
la tabla de los juicios y a través del proceso de síntesis, a la
formulación de la tabla de las categorías, que no son más que esos
conceptos puros y que son la fuente de la objetividad. Sólo por estas
categorías puede ser pensado el objeto: «El valor objetivo de las
categorías, como conceptos a priori, se apoya en que sólo ellos
hacen posible la experiencia» (o. c., p. 236). Ahora bien, si
la sensibilidad es receptiva y el entendimiento es espontaneidad, el
principio supremo determinante de la objetividad, ha de ser la posibilidad
de una síntesis de lo diverso en una unidad, que ha de ser pura, primitiva,
sintética, trascendental y objetiva y que no es otra cosa que el «yo puro»
que acompaña siempre a todas mis representaciones.
Fichte y Hegel
El concepto de a priori kantiano
ha sido desarrollado por el idealismo posterior. Así para Fichte, todo
conocimiento es en realidad a priori, en cuanto que el
pensamiento filosófico es anticipador de toda experiencia, en donde buscará
todos los momentos de la actividad subjetiva sobre la que se construye:
«Lo a priori y lo a posteriori no son
para un idealismo integral en absoluto dos cosas, sino exclusivamente una.
Son una cosa considerada sólo por dos lados y se diferencian simplemente
por el modo de llegar a ellos. La Filosofía anticipa la experiencia entera,
la piensa sólo como necesaria y, desde este punto de vista, es comparada
con la experiencia real a priori. A posteriori es
el número, en cuanto se le considera como dado. A priori el mismo número en
cuanto se le obtiene como producto de los factores» (Teoría de la
Ciencia, 1ª intr.).
En Hegel se encuentran dos concepciones
del a priori, una de ellas próxima a la kantiana, como es el
hecho de que la necesidad y la universalidad son dos factores a
priori y que se encuentran en la razón: «En lo que se llama
experiencia se encuentran como caracteres igualmente esenciales la
universalidad y la necesidad. Y como este elemento no procede de lo
empírico como tal, tiene que proceder de la espontaneidad del pensamiento,
o lo que es lo mismo, existe a priori» (Enciclopedia de
ciencias filosóficas en compendio). Pero también tiene otra
interpretación muy cercana a la elaborada por los fenomenólogos: el hecho
de que el sentimiento posea aspectos o momentos a priori en
cuanto que éste tiene su raíz en el pensamiento (ver o. c.) y
que lo enlaza con la consideración a priori de lo religioso (R. Otto, Lo
Santo); es decir, una ampliación del concepto de a priori,
que no queda reducido ya a lo solamente intelectual puro.
Edad contemporánea
Para Husserl lo a priori no queda reducido a lo
puramente formal; existe un a priori material vinculado a las ontologías
regionales y, en este sentido, existen los «axiomas regionales como
conocimientos sintéticos a priori». Con lo que posibilita el punto de
arranque para la implantación del a priori material en la ética, como hizo
Max Scheler frente al a priori formal kantiano. Para Scheler, partiendo de
la base de una experiencia fenomenológica, es posible abrirse
inmediatamente a un a priori material. Concibe como a priori «todas aquellas
unidades significativas ideales y las proposiciones que, prescindiendo de
toda clase de posición de los sujetos que la piensan y de su real
configuración natural, y prescindiendo de toda índole de posición de un
objeto sobre el que sean aplicables, llegan a ser dadas por sí mismas en el
contenido de una intuición inmediata» (Ética, I, p. 83); es decir,
que lo a priori no está unido a las proposiciones -ni a los actos del
juicio que le corresponden- como forma de esas proposiciones, sino que
pertenecen por completo a «lo dado», a la esfera de los hechos, y una
proposición es sólo verdadera (o falsa) a priori en cuanto que se cumple en
tales hechos (ver o. c., p. 84). Lo dado a priori es un contenido
intuitivo, no construido por el pensar y así, cuando -según Scheler- se
opone a priori y a posteriori, no se trata de una oposición entre
experiencia y no experiencia, sino que se trata de dos modos de
experimentar: el puro e inmediato y un experimentar condicionado o mediato
(ver o. c., p. 87-88). Así, contra Kant, dará una doble
solución: a) no es posible identificar lo a priori con lo formal, en cuanto
existe el a priori material, b) no es posible identificar lo a priori con
lo racional, en cuanto existe un a priori emocional.
En N. Hartmann existe un nuevo replanteamiento de la pregunta kantiana de
cómo son posibles los juicios sintéticos a priori. Ante la doble
alternativa kantiana del realismo o del idealismo, en la aporética del
conocimiento, se resuelve por una tercera solución, un realismo trascendental
(Rosado, Fenomenología y aporética del conocimiento), en donde
lo que va a determinar no va a ser el sujeto al objeto ni el objeto al
sujeto, sino las categorías que lo son, tanto del conocimiento como del
ser: «Los principios del sujeto tienen que ser al mismo tiempo categorías
de ser y, por ende, conjuntamente válidas para sujeto y objeto» (Metafísica
del Conocimiento).
Conclusión
En la filosofía analítica, el concepto dea
priorise halla
ligado al de verificabilidad. Un enunciadoa
priori(esto es,
un enunciado cuya verdad es cognoscible a priori) es aquel cuya verdad no
necesita de ninguna verificación proveniente de la experiencia y del cual
sabemos que es verdadero en todos los casos, en todas partes y siempre
(Hospers,Introducción al análisis
filosófico).
Es decir, para que
un enunciado sea a priori no es necesario esperar el veredicto de la
experiencia. Es, pues, una concepción del a priori igualado a la evidencia
de las tautologías.
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