martes, 1 de noviembre de 2016

4.3 INTELECTUALISMO

Qué es Intelectualismo:

El intelectualismo es una corriente filosófica del conocimiento que sostiene que la experiencia y el pensamiento, o la razón, son la base de todo conocimiento.
El intelectualismo afirma que los conocimientos universalmente válidos y los juicios lógicamente necesarios derivan tanto de la razón como de la experiencia, porque por separado no conseguirían alcanzar ese tipo de conocimiento.
Se dice que el intelectualismo nace en 350 a. de C. con Aristóteles buscando un punto medio entre el racionalismo (el conocimiento por la razón de Platón) y el empirismo (el conocimiento por la experiencia de los naturalistas).


Aristóteles sostenía que nuestro conocimiento comienza con los sentidos (experiencia), que luego son procesados por nuestro intelecto que creará conceptos que nos llevarán finalmente al conocimiento.
Otro representante de esta corriente fue Santo Tomás de Aquino, que continuó con las enseñanzas de Aristóteles enfatizando la generación de conocimiento bajo la cooperación del cuerpo (experiencias, sentidos) y el alma (pensamiento, razón).

Intelectualismo moral e intelectualismo ético socrático

Se llama intelectualismo moral o ético a aquel que afirma que la experiencia moral y ética tienen como base el conocimiento del bien, es decir, que solo se puede actuar bien y con justicia si se tiene conocimiento de qué es el bien y la justicia.
Sócrates, su representante más destacado, predicaba que la consulta sobre asuntos morales y políticos debía ser hechas a personas expertas que tuviesen ese conocimiento. Este tipo de afirmación crea interpretaciones que pueden ser consideradas antidemocráticas, por lo cual es una corriente controversial.


Apriorismo


El apriorismo (a priori) sostiene que el conocimiento nace de principios que son autoevidentes y absolutamente independientes de la experiencia, por lo tanto, niega al intelectualismo. Esos principios autoevidentes, o ideas innatas, son conocidos como conocimiento a priori. René Descartes y Immanuel Kant eran seguidores de esta corriente.
El intelectualismo de Sócrates procede de Anaxágoras, el filósofo del nous, del que fue discípulo2 , al menos por mediación de Arquelao de Mileto. Según Hegel, Sócrates oyó las lecciones de Anaxágoras; y al ser expulsado este filósofo de Atenas cuando Sócrates contaba alrededor de 37 años, las de Arquelao, al que se consideraba continuador de Anaxágoras3 . También Platón nos refiere expresamente la lectura de un libro de Anaxágoras por parte de Sócrates 4 . Entre los dichos que se atribuyen a Sócrates, está aquél que enuncia que sólo hay un bien que es la sabiduría, y sólo un mal que es la ignorancia5 . Y si Aristóteles decía que la teoría nace del ocio, cuando ya están satisfechas las necesidades vitales que obligan a dirigir el saber hacia la práctica; análogamente Sócrates loaba el ocio como una de sus mejores posesiones6 . Con todo, Sócrates impone una orientación práctica a su pensamiento; ya lo veremos. A grandes trazos, postulamos que el intelectualismo socrático se aprecia, al menos, en estos tres extremos: a) el descubrimiento del concepto, aunque luego se ordene a la práctica; b) el intelectualismo moral, según el cual el hombre no actúa mal voluntariamente sino por ignorancia; c) y el giro interiorista del saber, orientado ahora preferentemente hacia el conocimiento de uno mismo. Por su parte, el despliegue aristotélico de estos tres puntos doctrinales se corresponde con: a) su desarrollo completo de la lógica, que va más allá del concepto hasta el silogismo; b) su teoría de la elección a partir de un deseo inteligente, con la que distingue la decisión de la deliberación; c) y la idea de la noesis noeseos noesis: el pensamiento como acto puro, con el que culmina la jerarquía real de las sustancias. En el hombre primacía del nous, aunque no separado, se corresponde con la noción aristotélica de intelecto agente.


 2 Cfr. DIOGENES LAERCIO: Vidas de los filósofos más ilustres II, V, 2. 3 HEGEL, G.W.F: Lecciones sobre la historia de la filosofía, v. II, B. 4 PLATÓN, Fedón 98 c. 5 DIÓGENES LAERCIO: Vidas de los filósofos más ilustres II, V, 11. 6 Ibid. REVISTA PHILOSOPHIC A VOL . 2 9 [SEMESTR E I / 2006 ] 2 1 3 Planteamiento Antes de Anaxágoras, ya Parménides había ensalzado, en el fragmento tercero de su poema, el valor del pensamiento humano al hacerlo equivalente con el ser: "lo mismo es pensar y ser". Es el descubrimiento de la verdad, al que, empero, ha sido conducido Parménides por la revelación de una diosa. Posteriormente, en cambio, el curso de la filosofía -con sus discusiones acerca de los principios- llevó a la sofística7 a romper las conexiones, establecidas por milesios y eleatas, entre ser, pensar y decir. De tal modo que al aforismo parmenídeo que los conecta cuando afirma que es necesario decir y pensar que el ente es8 , sucedió la doctrina de Gorgias que, inversamente, los separa cuando reza que nada es, si fuera sería impensable, y si pudié- ramos pensarlo sería incomunicable9 .

 Acontece entonces cierta depresión del pensar, aislado del ser y del decir humano. Esta desconexión sofista entre ser, pensar y decir se forja específicamente en atención al quehacer práctico de los hombres y a su vida en sociedad; los cuales, según creen los sofistas, se rigen por un decir dialéctico y más bien retórico, absuelto del pensar y del ser: al menos de ese pensar sobre la physis y de ese ser monista que habían propuesto como arjé buena parte de los fisiólogos griegos. Pero Sócrates tiene otra experiencia: la decadencia de la Atenas de Pé- neles, en la segunda mitad del siglo V antes de Cristo. En ella aprecia un seguro efecto de la actuación de los sofistas, y de sus posiciones teóricas; motivos por los que entiende su influjo como nefasto. El obrar del hombre al margen del pensar..., eso es lo que ha conducido a la crisis de Atenas. No hace falta, quizá, pensar en la physis, en la unidad de la arjé. De ella, dirá Sócrates, sólo sé que no sé nada. Pero, en cambio, sí hay que pensar sobre Atenas, y acerca de sus ciudadanos. Sócrates, en efecto, razonaba siempre sobre cosas humanas: buscando lo que es piadoso o impío, hermoso o torpe, justo o injusto; lo que es prudencia o locura, fortaleza o cobardía; lo que es ciudad y hombre de estado; lo que es gobierno y hombre de gobierno10 Este conocimiento de lo práctico que fomenta Sócrates es interpretado.


Conclusión
Tenía razón Aristóteles al distinguir el intelecto agente del paciente. Sucede, a la postre, que -con toda propiedad- además del logos, está la persona que lo aporta, a la que manifiesta, y que dispone de él al conocer. La antropología desborda en este punto a la teoría del conocimiento. El intelectualismo, socrático en su origen, es muy digno de consideración; pero no la última palabra sobre el ser humano. La persona es, ciertamente, la sustancia individual de naturaleza racional, como decía Boecio45 .
Pero, seguramente, no es sólo eso. O mejor: quizá por serlo, la persona humana es un existente cuya luz intelectual (nous) pide una réplica que no encuentra en sí mismo. Y si no la encuentra..., entonces la busca. Sócrates buscaba la verdad como Diógenes la humanidad y la libertad: nobles finalidades de la conducta humana. Pero la búsqueda de réplica personal es algo aún superior: porque pone en juego el sentido de la propia existencia personal en cuanto cognoscente, y su destino.


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